Por Luis Miguel Messianu
Hay una magia (y un desafío) en las páginas de Don Quijote de La Mancha de Miguel de Cervantes que ha hechizado a soñadores a lo largo de los siglos. Esta no es simplemente la historia de un hombre que vio gigantes en molinos de viento; es el manifiesto para cualquiera que se atreva a reimaginar la realidad, cualquiera lo suficientemente imprudente como para construir un mundo nuevo a partir de la visión y el coraje.
Don Quijote es el santo patrón de los creyentes y constructores, de aquellos que se niegan a acobardarse ante el cinismo o se conforman con la mediocridad. Su genialidad no consiste sólo en soñar lo imposible, sino en convencer a otros de que cabalguen hacia ello, transformando momentos cotidianos en misiones épicas. El optimismo en sus manos es una acción radical: una fuerza que no espera días mejores, sino que los crea. La historia nos muestra que la grandeza no la otorgan las circunstancias, sino que la impulsa una revolución interna: el coraje de atacar molinos de viento con todo lo que tenemos.
Cada emprendedor, artista y agente de cambio se ha enfrentado a sus propios molinos de viento. He perdido la cuenta de las veces que voces “razonables” me dijeron que no se podía hacer, ya sea creando agencias, elevando historias latinas o lanzando campañas que moldeen la cultura. Como Don Quijote, estamos destinados a caer, a ser incomprendidos y, sí, a ser ridiculizados. Pero la verdadera magia reside en crecer y ser más audaces después de cada derrota.
El heroísmo de Don Quijote no se encuentra en la victoria, sino en la audacia: en una visión tan contagiosa que eleva incluso al Sancho más escéptico y ennoblece a los que dudan. Cuando el optimismo se convierte en movimiento, galvaniza a los equipos, inspira saltos creativos y forja legados que perduran mucho después de que se baja la lanza. La obra maestra de Cervantes es una prueba: crear es desafiar, encender obstinadamente posibilidades donde otros sólo ven límites y dejar un mundo transformado por el poder de la imaginación.
La magia perdurable de Don Quijote es una invitación para cada uno de nosotros: desata tu propio espíritu audaz. Carga hacia adelante con una visión encendida y un propósito intacto. Reúna a otros para redefinir lo que es posible, no sólo para usted, sino también para su comunidad, su industria, su mundo. La revolución más poderosa siempre es provocada por una esperanza imaginativa e inquebrantable y la magia de atreverse a soñar juntos.
Inclinemos nuestros molinos de viento, lideremos con valentía y recordemos a este mundo: no son aquellos que aceptan la realidad quienes la transforman, sino aquellos que son lo suficientemente audaces para creer en otras nuevas y lo suficientemente valientes para inspirar a otros en el camino.











